Mar de fondo · 5 de diciembre de 2009
1. La ley de economía sostenible se anunció el 12 de mayo con carácter de urgencia y se presentó casi seis meses después sin más contenido que varias medidas aceptables pero menores; otras ya presentadas con anterioridad; mucha morralla discursiva y una promesa, la de combatir el fraude fiscal en algún momento del futuro. Si esto fuera un país y no un circo, la gente estaría en la calle; como esto no es un país sino un circo, la única respuesta contundente vino en clave de farsa y por la puerta trasera, porque el Gobierno tuvo la ocurrencia de incluir una disposición adicional que afectaba a las cosas de Internet. Delirio de la delegación de la SGAE conocida como Ministerio de Cultura, contradelirio de unos colegas que se autoproclaman «los [atentos al pajarito] periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de Internet» y ya, ni trabajo ni sueldos ni pobreza ni exclusión ni esas gilipolleces que afectan a la plebe.
2. La estadística afirma que el 45% de los jóvenes menores de 35 años (el 65% en la horquilla 25-29) están condenados a vivir con sus padres porque sus sueldos sólo dan, cuando los tienen, para comprar chicles. Las élites que nos gobiernan han conseguido extender la infancia hasta los cuarenta, lo cual asegura paz social y, naturalmente, babas y aplausos ante la aparición de los payasos, el elefante y el hombre bala. Por eso, algunos nos hemos alegrado cuando en la mañana del viernes, en uno de los números circenses que organiza el Parlamento, dos chavales se subieron al estrado para leer la Constitución y decidieron usar aquella poción mágica de la Polla Records, el cerebro: uno, para recordar a su abuelo republicano; otro, para puntualizar que los sindicatos no deberían ser departamentos gubernamentales. La presidencia de la Cámara se molestó con el primero y echó al segundo.
3. El mismo día, en otra parte: El senador de un grupo por el que no siento la menor simpatía afirma que «la transición española no acabará hasta que vuelva la República». Su organización debería haberlo pensado mejor en 1936, porque el PNV fue más que responsable de la caída del frente norte; pero no estamos ni en el 36 ni en el 37 y tiene razón. No por los colores de la bandera, ni por quién y cómo ocupa la jefatura del país. Tiene razón porque las reformas estructurales que España necesita chocan constante e inevitablemente con los límites culturales, políticos y económicos del redil que llamamos monarquía constitucional.
4. Según un sondeo de la UOC, el 50,3% de los catalanes votaría a favor de la secesión en un referéndum hipotético. Son cosas de la crisis y del guirigay del TC y el estatuto, pero también del mar de fondo, que no empieza ni termina en Cataluña; si la UOC planteara esa misma pregunta en otra parte, pongamos Madrid, yo también votaría a favor de la independencia: sin nacionalismos, sin balanzas fiscales, sin creer ni lejanamente en las incomprensiones, los despropósitos y las mentiras interesadas que avivan esos incendios. ¿Qué dice el Estado cuando nos niega todos los días un salario digno y el derecho a la vivienda? ¿Qué dice cuando diluye la igualdad ante la ley, mantiene leyes electorales que subvierten la representación política y renuncia a un sistema fiscal redistributivo? Dice que España no es nuestra, de la mayoría. Salvo desde un punto de vista emocional, si se quiere; pero se puede amar sin ser idiota.
Madrid, diciembre.
— Jesús Gómez Gutiérrez
En las alturas / Noticias del secretariado de refrescos