Indiferencia · 17 de marzo de 2011
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En plena guerra de Vietnam, Alice Hertz, Norman Morrison y Roger Allen LaPorte decidieron seguir el ejemplo de Thick Quang Duc. El segundo se inmoló en el Pentágono, justo delante del despacho del entonces secretario de Estado de EE..UU., Robert McNamara, quien lo recordaría como «una tragedia, no sólo para su familia sino también para mí y para el país. Fue una protesta contra la matanza que estaba destruyendo las vidas de tantos jóvenes vietnamitas y estadounidenses». Medio siglo más tarde, sus nombres son alguna referencia ocasional al movimiento pacifista de Estados Unidos y un poema de To Huru, escritor vietnamita, dedicado a la hija de Morrison, Emily.
Nadie sabe qué serán mañana los nombres de los jóvenes árabes que se han inmolado este año en defensa de un par de conceptos básicos: libertad y justicia. No obstante, sabemos qué son los nombres de los dirigentes mundiales que los condenan al fuego. Cosas de la realpolitik, como siempre; cosas que Bradley Manning, acusado de haber entregado miles de documentos secretos a Wikileaks, intentó evitar. Hoy está encerrado en condiciones dignas del fascismo en la prisión militar de Quantico (Virginia). Es el mundo que hacemos con nuestra indiferencia; «el peso muerto de la historia», en palabras de Gramsci.
Madrid, marzo.
— Jesús Gómez Gutiérrez