La excusa de la ignorancia · 6 de junio de 2011

Empezaron en Berlín y se extendieron poco a poco por el resto de las ciudades alemanas. Primero fueron concentraciones pequeñas, típicas de movimientos alternativos; después se sumaron Die Linke, los Verdes y, finalmente, los grandes sindicatos y algunos votantes del SPD. No estaban en la calle por simple solidaridad. Estaban en la calle porque los ajustes y rescates que condenaban a la pobreza al sur de Europa eran los ajustes y rescates de un rapto, el de la propia Europa, del que ellos también serían víctimas.

Es ficción, por supuesto. La izquierda alemana no ha salido a la calle. Hay declaraciones ocasionales y algún apoyo puntual a las movilizaciones de la Europa mediterránea, pero nada más. Como todas las organizaciones de la izquierda política tradicional, de todo el mundo, viven encerradas en su Estado-nación. Lo que pase afuera, no es cosa suya; aunque afuera siempre haya sido adentro en la política y la economía. Y como muchas de las organizaciones de la izquierda política tradicional, hace algo peor que cruzarse de brazos: tolera o comparte el discurso de la derecha, donde la palabra capital se ha sustituido por la palabra cultura para borrar la huella del interés. No es que el capital alemán -por ejemplo- cause o acelere determinadas situaciones; es que la cultura de los griegos es de vagos y maleantes.

El caso alemán no es único; sólo es más determinante por la importancia de Alemania en la Unión Europea y por una cuestión que en España se debería entender bien. Nuestro país murió en 1939; nos impusieron cuarenta años de vacío de donde surgen la debilidad de nuestro Estado social, la injusticia de nuestro sistema fiscal, el subdesarrollo de nuestra economía, etc. Cuarenta años de desventaja que en el norte de Europa son de ventaja. Ventaja política, ventaja económica, ventaja educativa. Pero si la primera y la segunda son indiscutibles, la tercera no lo es en absoluto. Algo falla en el concepto de educación cuando el norte de Europa no tiene ciudadanos ni más críticos ni más lúcidos ni menos contaminados por el nacionalismo que los del sur.

Ésta es una crisis sistémica general; no se limita a la representatividad democrática y la economía. El propio 15M lo demuestra al establecer consensos que, además de ser exclusivamente políticos, con la tremenda ingenuidad que eso supone, son también exclusivamente españoles: la ley electoral española, la justicia española, los partidos españoles. Es verdad que algunos procuran internacionalizar la protesta y estrechar lazos con Grecia, Portugal y otros países; pero no es suficiente. En algún momento, los ciudadanos alemanes se darán cuenta de que su destino se está jugando en Atenas. Nosotros ya lo sabemos. Ni siquiera tenemos la excusa de la ignorancia.

Madrid, junio.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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