Cinco puntos · 27 de junio de 2011

No pasa un día sin que nos recuerden que ya no vivimos en una democracia. No lo decimos nosotros; lo dice el propio Gobierno, alto y claro, cada vez que reitera los argumentos que siguen a todos los recortes sociales, todo privilegio fiscal y toda privatización. Es por tranquilizar a los mercados. Es por aumentar la productividad de las grandes empresas. Es por asegurar la fortaleza de los bancos. Es porque entidades que no responden a ningún control democrático han tomado el control de Europa.

En su edición del 25 de junio, El País se hacía eco de un informe de la consultora Oliver Wyman que resume las reglas del juego. Tratándose de la economía española, no podía ser otra cosa que el ladrillo. ¿Por qué rechazan nuestras élites la dación de pago? ¿Por qué rechazan la creación de un parque público de alquiler social? Porque, 1) «encarecería la hipoteca media»; 2) «los bancos exigirían más capital inicial para conceder un crédito»; 3) «se concederían menos créditos, más caros, por menor importe y se acortarían los plazos de amortización»; 4) «se encarecerían y endurecerían las condiciones para el 97% de las familias que atienden puntualmente el pago de su deuda» y 5) «debilitaría el crecimiento económico y hundiría aún más la deprimida actividad inmobiliaria».

Parece tan razonable, tan sensible al bien común; quién puede estar en contra del crecimiento económico. Pero vuelvan a leer los cinco puntos. Lo que los bancos dicen y nuestros gobernantes aceptan es esto: 1) «encareceremos la hipoteca media»; 2) «exigiremos más capital inicial para conceder un crédito»; 3) «concederemos menos créditos, más caros, por menor importe y acortaremos los plazos de amortización»; 4) «encareceremos y endureceremos las condiciones para el 97% de las familias que atienden puntualmente el pago de su deuda» y 5) «la economía se hundirá porque nuestra economía es de ladrillo y el ladrillo somos nosotros». Eso se llama extorsión, pura y dura. La banca afirma que nos apunta con una pistola y, que si no obedecemos, apretará el gatillo.

Los tiempos de la vieja y falsa contraposición entre libertad y justicia, quedan lejos; ahora sólo nos jugamos la libertad, porque la justicia la hemos perdido. Si admitimos que la política es un instrumento al servicio de la empresa privada, admitimos que la democracia ha muerto. No lo decimos nosotros; lo dicen ellos todos los días, en todos sus discursos.

Madrid, junio.


— Jesús Gómez Gutiérrez


Si les gusta lo que leen


/