OPSEK · 13 de julio de 2011

De momento, OPSEK sólo es una idea y una sigla, la del Orbitalni Pilotiruemi Sborochno-Ekspluatatsionni Kompleks (Complejo Orbital Pilotado de Ensamblaje y Experimentación). Poco nombre si tenemos en cuenta que un proyecto de esas características, se llame como se llame y lo desarrolle quien lo desarrolle, es fundamental para el futuro de la especie; mucho, si lo reducimos a lo que es: un astillero. Espacial, eso sí. Concretamente, en una órbita baja de la Tierra. Y destinado a ensamblar naves.

El clan de los ciegos no ha entendido nunca la importancia de la investigación espacial. Consideran que supone un gasto injustificable y moralmente dudoso en un mundo tan injusto como el nuestro, con lo que demuestran dos cosas: que su concepto de la economía se limita a las cuentas de la vieja y que no han echado un vistazo al índice de crecimiento de la población humana. Cuanto más tiempo sigamos aquí, más cerca estaremos de destruir la Tierra y a nosotros mismos. Por si alguien lo duda, que piense en la solución alternativa: la formación de un Gobierno mundial que someta todos nuestros recursos al bien común y los gestione con todo el sentido común que falta en la historia de la política. Si lo conseguimos mañana, quizás tendríamos alguna posibilidad. Si no lo conseguimos mañana, tenemos un problema.

Por suerte, no hay contradicción entre la exigencia de encontrar un orden político justo y la conveniencia de la investigación espacial y de los viajes espaciales. A decir verdad, lo primero podría estar íntimamente ligado a lo segundo; tan íntimamente que hasta podría ser consecuencia de lo segundo. No sería la primera vez que sucede. Todo esto, lo bueno y lo malo, pero sobre todo lo bueno (lo malo ya lo teníamos antes), empezó con unas cuantas naves que en 1492 llegaron adonde ni siquiera pretendían llegar. Aceleraron la economía y la política y las condenaron a etapas que tampoco estaban en su intención: la Ilustración, la Revolución francesa, el movimiento obrero, etc.

Es evidente que no necesitamos ni la promesa de otras Indias Occidentales ni una conjetura de historia-ficción para entender que necesitamos ir mucho más lejos; ha sido un simple recordatorio, por si ayuda a encender alguna luz. El argumento definitivo a favor de la investigación espacial está delante de nuestras narices, en el bienestar de la gente. Porque el modelo económico actual no depende sólo de sus bases políticas; también tiene una base tecnológica determinada, una base energética determinada, unas necesidades determinadas de materias primas. Si no cambiamos eso, no hay solución. Y resulta que los viajes espaciales provocan e implican necesariamente una evolución cualitativa en los tres aspectos mencionados.

A estas alturas, nadie puede negar que la congelación de los presupuestos destinados a la carrera espacial no mejoró la vida de la gente. Eran demasiado altos, decían los ciegos; una aberración. ¿Hay menos hambre ahora? ¿Menos explotación? ¿Más justicia? No, claro que no. Ni la economía funciona de ese modo ni existe relación entre los presupuestos del espacio o de la publicación de libros con el hambre, la explotación y la injusticia. Pero los ciegos aciertan en esto: el espacio es muy caro; en gran medida, porque el campo gravitatorio terrestre multiplica los gastos de los lanzamientos. Justo lo que proyectos como OPSEK podrían evitar. Si los políticos actuales no estuvieran en la demagogia de negar el cielo para que creamos que la Tierra les importa.

Madrid, julio.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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