Sectarismos · 8 de septiembre de 2011

La confusión de mensaje y mensajero viene de lejos y es de ascendencia ilustre, pero su gravedad no disminuye por el abolengo. Cuando hace unos días apelábamos al papel de CCOO y UGT para explicar las reticencias de parte del 15M a manifestarse con ellos, no faltó quien echó mano de la igualmente vieja acusación de sectarismo. Pero sólo es un hecho. Perfectamente constatable. La política de CCOO y UGT los ha alejado de sectores enteros de la población. Nadie puede esperar que ahora, cuando amagan un cambio de rumbo, los reciban con flores.

En todo caso, ése no es nuestro problema. Desde mi punto de vista, el 15M debe aceptar la colaboración de cualquier organización democrática con la que coincida, en objetivos generales o particulares, a lo largo del camino. El problema estriba en la interpretación y en la aplicación del juntos pero no revueltos que seguramente sintetiza la opinión mayoritaria. Si nos acercamos demasiado, nos quemaremos en las responsabilidades ajenas; si nos alejamos demasiado, limitaremos nuestras posibilidades. Hay que ser flexibles. Hay que ser generosos. Y hay que ser conscientes de la importancia de los símbolos.

Las cosas serían más sencillas si las organizaciones con las que a veces coincidimos tuvieran la deferencia de no convertirlo todo en una exposición de sus banderías partidarias y sindicales. Alejan a la gente; rompen o dificultan la unidad de acción con un movimiento que se define apartidario, que no apolítico, y provocan situaciones que no son buenas para nadie, porque obligan al 15M a marcar las distancias. En cuestión de sectarismos, hay pocos peores que someter la colaboración de otros a jerarquías que no son suyas y que no los representan.

El M15M es un proyecto plural. Son muchos los sindicalistas y militantes de partidos que se han sumado desde el principio a nuestra causa. Sería conveniente que esos compañeros aprovechen su capacidad de presión en sus organizaciones para evitar incompatibilides futuras. Las diferencias están ahí, no van a cambiar de la noche a la mañana y, desde luego, no son invención de los mensajeros que se limitan a mencionar que existen.

Madrid, septiembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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