Fábrica de fachas · 1 de octubre de 2011

El gasto sanitario de España, si es que a la inversión en sanidad se le puede llamar gasto, está entre los más bajos de la UE-15. Lo está porque los ingresos del Estado también se encuentran entre los más bajos. Y si entra en déficit, entra porque el Estado (central, autonómico) limita o reduce las partidas que se deberían dedicar a la Seguridad Social. Son simples matemáticas: si en España sólo pagan impuestos los trabajadores, España no tiene dinero para salvar bancos, por ejemplo, y mantener la calidad de la sanidad pública a la vez. Debe elegir.

Nuestros gobernantes eligieron hace tiempo; no sólo porque apoyen un modelo económico neoliberal, el de impuestos por abajo y amnistía fiscal por arriba, sino por un detalle que olvidamos con frecuencia: que pertenecen al sector de la población con más recursos, es decir, a un sector de la población que no es usuario de la sanidad pública sino de la sanidad privada. ¿Casualidad? Indudablemente. No tenemos ningún motivo para sospechar que sus prioridades serían distintas si las víctimas de esas políticas fueran sus familias y ellos mismos. Pero ironías aparte, estaremos de acuerdo en que un partido socialista debería reformar el sistema fiscal en profundidad, asegurar el mantenimiento y la extensión del sistema sanitario público, bastante débil en muchos casos (odontología, ginecología, etc.) y explicar a los ciudadanos de dónde viene su déficit, si se produce, y por qué se ha permitido.

Esta mañana, en la Conferencia Política del PSOE, el candidato socialista a la presidencia del Gobierno ha hablado de Sanidad. Ha hablado de optimización de recursos, de mejora en la gestión de cobros a terceros y de aumentar los impuestos al alcohol y al tabaco para equilibrar las cuentas. Ésa es la propuesta del PSOE. Seguir como hasta ahora, sin afrontar el problema de fondo. Y cuando los medios de comunicación han malinterpretado sus palabras y han anunciado que los socialistas se disponían a eliminar los beneficios fiscales de la sanidad privada, al PSOE le ha faltado tiempo para puntualizar que el gran agujero negro de la sanidad privada es sagrado, que sólo pretenden que las aseguradoras paguen el «impuesto sobre las primas de seguro».

Así están las cosas. Lejos de poner en duda el discurso conservador y el Estado neoliberal, el PSOE acepta los dos y limita la alternativa a rascar de donde se pueda. Los socialistas saben perfectamente que las debilidades de la Seguridad Social son las debilidades de nuestro sistema impositivo, pero se niegan a reformarlo y a explicar por qué se necesita una reforma. Si la SS tiene déficit, será por casualidad, porque los sans culottes abusan del servicio o porque beben y fuman. No es extraño que el PSOE se haya convertido en una fábrica de fachas.

Madrid, octubre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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