Memorial · 21 de octubre de 2011
Quedan muy pocos, apenas veinte, de los más de treinta mil hombres y mujeres que hace setenta y cinco años tomaron la decisión de dejar sus países para defender la causa de la II República, la causa de la libertad. Muchos de ellos, alrededor de diez mil, permanecieron aquí «con la tierra de España como mortaja», en palabras de Dolores Ibárruri. Muchos de ellos, la mayoría, no habían empuñado nunca un arma; pero vertieron su sangre en la Defensa de Madrid, en el Jarama, en Guadalajara, en Brunete, en Belchite, en Teruel y en el Ebro.Este sábado, 22 de octubre, se rompen varias décadas de silencio. En la Ciudad Universitaria, muy cerca del lugar donde entraron en combate por primera vez, se inaugura un monumento en memoria de las Brigadas Internacionales. Y no es el Estado quien lo inaugura ni, sobra decirlo, el Ayuntamiento. Es la propia Universidad Complutense, que en un acto de justicia irónica, tan cercana a la sonrisa de los madrileños de la que hablaba Antonio Machado, decidió rendir el homenaje que nuestras autoridades jamás habrían rendido y recordarnos, con ello, que Madrid y España son su cultura o no son nada.
Pero, pensándolo bien, tenía que ser así. ¿Dónde están los monumentos que recuerden la heroicidad de los ciudadanos que en noviembre de 1936 derrotaron al fascismo? No están. Nuestros gobernantes, que en treinta y seis años de democracia no han sido capaces de reconocer el sacrificio de los españoles, tampoco iban a reconocer el de unos cuantos extranjeros. De coherencia andan sobrados. Y de cobardía. De modo que el pueblo de Madrid se concede a sí mismo, a través de su universidad y con el esfuerzo de algunos profesores y alumnos de Bellas Artes, lo que ya se concedió entonces y en el mismo escenario: el derecho a llevar la cabeza bien alta.
75 después de la creación de las Brigadas Internacionales, nuestras calles recogen el testigo. En 1936, Madrid se salvó porque el Gobierno había huido y se llevó con él lo que Vicente Rojo resumió en «el pesimismo, el recelo, la discordia, el derrotismo de algunas élites egoístas». En estos días, se salva por la misma razón. Es el Madrid que se niega a resignarse, decidido a vivir con sus autoridades o contra ellas, hagan lo que hagan y se escondan donde se escondan. Si los que luchan hoy quieren ser lo que podrían llegar a ser, si han entendido algo, acudirán al memorial y leerán con todos: «Sois la historia, sois la leyenda, sois el ejemplo heroico de la solidaridad y de la universalidad de la democracia».
Madrid, 21 de octubre.
— Jesús Gómez Gutiérrez
Utilidad de la cultura / Acuerdo final