Con elecciones o sin ellas · 19 de octubre de 2011

Mal vamos cuando se debe recordar que la mitad de cien son cincuenta. No treinta y uno ni cuarenta y cinco, sino cincuenta. Pero el 20 de noviembre, si la Tierra no desaparece en el interior de un pudin de antimateria, tenemos grandes posibilidades de que una organización que raspará el cuarenta y cinco por ciento de los votos emitidos, poco más del treinta y uno por ciento del electorado, tenga mayoría absoluta en el Parlamento y decida contra la voluntad de poco menos del setenta por ciento de los ciudadanos españoles, que ni habrán votado a esa organización ni evidentemente la quieren en el Gobierno.

Cuando eso ocurra, si ocurre, no faltarán necios que culpen al cien por cien de los españoles por lo que votó el treinta y uno. Siempre es así. Y cuando no se culpa al cien por cien, se culpa a la abstención, como si la abstención fuera responsable de las políticas de los partidos, de nuestra ley electoral y de un hecho en apariencia menor que, no obstante, tiene un fuerte componente ideológico: que los votos en blanco y la propia abstención no tengan representación en el Parlamento. ¿Cómo puede ser que el cien por cien de los escaños estén permanentemente ocupados cuando la abstención suele rondar el treinta? ¿Quién ha decidido que la abstención no es un acto tan político como el voto? Y sin entrar en el debate sobre el valor político de una y otra opción, que en mi opinión depende de las circunstancias, ¿cómo podemos permitir que el Parlamento no muestre la voluntad real de los ciudadanos?

Los resultados del 20N serán lo que tienen que ser, lo que la ley electoral y el control de los medios de comunicación determinan, lo que ha ocurrido una y otra vez desde la Constitución del 78. Pero tanto si decidimos apoyar a organizaciones como Equo, IU, ICV, Izquierda Anticapitalista, etc., como si militamos en la abstención o el voto en blanco, recordemos que a los españoles no se nos ofrece la posibilidad de participar en unas elecciones democráticas, sino en un fraude. Ése es el problema. Si queremos que treinta y uno dejen de ser cien y que cien empiecen a ser cien en todos los sentidos, hagamos de la calle el Parlamento que la ley nos roba. Día a día. Con elecciones o sin ellas.

Madrid, octubre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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