La normalidad · 22 de febrero de 2012

El Gobierno pide a la banca que admita la dación en pago a los pobres muy pobres y que conceda una prórroga a los absolutamente pobres antes de ponerlos en la calle. Se lo pide, no se lo ordena. Sé buena, querida mía. Y como el Gobierno no es un nido de imbéciles, como a sus miembros se les presupone alguna inteligencia, hay que entender que el Gobierno sólo se marca un chiste a costa de los pobres muy pobres y de los absolutamente pobres. Después de hacer su parte para que lo sigan siendo.

Dicen que cada cual es como es; no es verdad; cada cual es lo que el contexto le permite. Las risas de hoy son las de personajes que se sienten con fuerza. Pueden condenar a millones de personas a la exclusión, al sufrimiento y quizás a muerte sin que ningún juez lo considere un delito. Eso no es nuevo; es la consecuencia de que la ley no contemple los derechos económicos. Pero el mundo ha cambiado y ahora lo pueden hacer a lo grande. Ya no necesitan repartir migajas. ¿Por qué no se van a reír? Mientras la respuesta de la calle sea la del mundo anterior al cambio, no tienen nada que temer.

Entre tanto, los de abajo también piden. Pasan por delante de una sucursal o ante la sede del partido del Gobierno y piensan: «muérete». Tú, tu sustituto, el sustituto de tu sustituto y así sucesivamente. Muérete, cabrón. Y como es un simple pensamiento y los pensamientos no matan, hay que entender que sólo liberan rabia a costa de los ricos muy ricos y de los absolutamente ricos. Luego, la rabia se esfuma y las cosas vuelven a la normalidad. Que no siempre es sumisa.

Madrid, febrero.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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