Como si fuera la Bastilla · 30 de marzo de 2012

El Gobierno anuncia un recorte de 27.300 millones de euros en los presupuestos del Estado. También anuncia otras cosas, pero quedémonos con esa cantidad: 27.300 millones, más que el presupuesto de Perú para el año 2012 (26.213); un tercio más que el presupuesto de Ecuador (19.000); cinco veces el presupuesto de Guatemala (5.700 millones de dólares); cinco veces el de Honduras (5.690) y, por terminar con los ejemplos, veinte veces el de Nicaragua (1350).

El 29 de marzo dejamos de trabajar y salimos a la calle. En apariencia, nos movilizamos contra una reforma laboral especialmente dañina para los intereses de los trabajadores; en el fondo, nos movilizamos contra el instrumento político y jurídico de esos veintisiete mil trescientos millones de euros. A un país como España no se le puede restar un Perú, o un Ecuador más una Guatemala y una Honduras, o veinte Nicaraguas, sin multiplicar la pobreza. Y no se debe multiplicar la pobreza de ese modo sin dañar antes los derechos civiles y la capacidad asociativa de los ciudadanos, que ya han mostrado su rechazo.

El Gobierno tiene miedo. Por eso dice, a través de la presidenta de la Comunidad de Madrid, que nos manifestamos en Sol «como si fuera la Bastilla». Sabe que el daño que inflige a la economía y a la convivencia tiene lógica propia. Su rueda está en marcha y nos empuja al margen de lo que hagan los sindicatos y nuestro 15M, una vez más ninguneado en los medios. Podría ser que a la mañana siguiente de uno de esos días de Sol, un delincuente como Luis XVI preguntara «¿Es una rebelión?» y otro como el duque de Rochefoucauld-Liancourt respondiera: «No, señor, no es una rebelión; es una revolución».

Madrid, marzo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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