De trucos y primas · 24 de julio de 2012

Vuelve el mareo de la prima de riesgo y del supuesto rescate total de España. Mareo para quien mire, claro, porque la imagen política de esos movimientos es la de un trilero en una mesa. ¿En qué cubilete está el objeto (si está)? Es posible que no se pueda engañar a todo el mundo todo el tiempo, pero es innecesario; el éxito consiste en engañar el tiempo justo. Entre tanto, los espectadores se quedan atrapados bajo la rueda del cambio sistémico, el único hecho determinante; porque la prima, los rescates, las intervenciones y la alharaca que los rodea son, cuando son, simples tácticas de una estrategia.

No se trata de restar importancia a las cosas, sino de darle la que tienen y entender para quién y qué lo tienen; al menos, si queremos ser «los factores de un comienzo», como escribió Gabriel Celaya. A finales de julio, estamos igual que a principios. Y lo estaremos en agosto, en septiembre, en octubre, en noviembre, pase lo que pase y por mucho que nos manifestemos hasta que dejemos de mirar los triles y recuperemos la iniciativa política. Cada día, delante de nuestras narices, nos van cambiando la normalidad. Se lo hemos puesto fácil. Somos muchos y, a veces, sabemos hacer de los gritos un arma; pero nuestros actos, a diferencia de los suyos, son defensivos y carecen de un objetivo general y suficientemente ambicioso.

Mañana, cuando corresponda, volverán a agitar los sonajeros. Da igual si el truco es bueno, malo, de humo, de verdades a medias o de gradaciones en el concepto de rescate; en mi opinión, ninguno de ellos merece ni un minuto de nuestro tiempo ni, sobre todo, que nos distraigan de lo esencial. Sin embargo, sólo es la opinión de un activista con demasiada tendencia a sentar cátedra. Mejor cito lo que me dijo un sin techo ayer: «A quién coño le importa».

Madrid, julio.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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