Ocupa la duda · 1 de agosto de 2012

Es una anécdota de estos días: mientras unos trabajaban por dar fuerza a la convocatoria del 25S, otros trabajaban por destruirla. Alguien inventó el bulo de que era un acto de la extrema derecha y lo lanzó a las redes; si ese alguien hubiera sido un ciudadano del montón, el bulo se habría ahogado por incapacidad viral; como era un famoso, el bulo creció y estuvo a punto de lograr su objetivo.

Parece increíble que invenciones tan toscas puedan engañar a tantos; sobre todo cuando se extienden por la Red, donde una simple búsqueda suele dar las respuestas que se necesitan. Pero nadie busca si no duda, y no duda si confía en la fuente o si ésta coincide con sus propios criterios y prejuicios. En la práctica, la base de la manipulación informativa es la vagancia intelectual de la mayoría combinada con la potencia de fuego de unos pocos. Se olvida que la información no es un juego democrático, sino una partida desequilibrada que no se gana por calidad sino por cantidad, es decir, por la capacidad de influir en más gente.

En esta ocasión, la rapidez de unos cuantos activistas bastó para interrumpir el proceso. No siempre es así. A veces, la mentira no encuentra resistencia y hunde una idea, un programa, la imagen de una persona. Se me ocurren unos cuantos casos en los que ni siquiera hizo falta la mentira; pero en todos estuvo presente la renuncia de muchos a dudar y a formularse las preguntas más elementales. Como si el mundo no estuviera lleno de arribistas y tapados que se ganan sus tribunas, precisamente, por serlo.

Madrid, agosto.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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