Una revolución · 2 de agosto de 2012
Nadie sabe en qué punto estaremos el 25 de septiembre; y si lo sabe alguien, es evidente que no se encuentra entre nosotros, los de abajo. Pero nos podemos hacer una idea. Ante un tiempo político y económico acelerado, las fuerzas progresistas tradicionales oponen un tiempo de tortuga. Olvidemos ahora los motivos, tan diversos que su ala derecha sopesa un gobierno de concentración mientras su ala izquierda plantea protestas perfectamente respetuosas con las instituciones. Por la experiencia del último año, por lo que se ha hecho y por lo que no se ha hecho, cualquiera puede deducir que al amanecer del 25 de septiembre estaremos peor.Ésta es la evolución natural de las cosas si se aceptan el tablero y las normas del poder: cuando tengamos respuesta institucional para el número uno, el poder ya estará en el cinco; cuando la tengamos para el cinco, estará en el quince y, en el caso improbable de que lo alcancemos, cambiará sus propias normas. Cuarenta años de monarquía bananera son ejemplo suficiente. La esperanza no volvió a la calle ni el nerviosismo a la Carrera de San Jerónimo hasta que surgió un movimiento que despreció las normas del poder y empezó a actuar con sus propias normas. Todo lo bueno del 15M está ahí; casi todo lo malo, en su temor a ser demasiado audaz.
Nada impide que otros, con más tablas y tal vez, aunque la práctica lo niega, con más cultura política, hagan lo que tengan que hacer. Mientras se lo piensan, a unos chicos sin nombre, anónimos, se les ha ocurrido que el 25S rodeemos el Congreso y nos quedemos hasta conseguir la dimisión del Gobierno, el cambio de la ley electoral y la apertura de un proceso constituyente. Una idea ambiciosa y arriesgada, que sólo puede tener éxito si la respuesta es masiva. Una revolución, sí, de la que tantos hablan y hablan sin hacer nada por ella. Una posibilidad de cambio a la que este republicano se suma con su presencia y, si la quieren, con su voz.
Madrid, agosto.
— Jesús Gómez Gutiérrez
Un camino equivocado / Seamos generosos