El valor de un símbolo · 10 de agosto de 2012

Sáenz de Ugarte, con quien tuve ocasión de trabajar en el diario Público, desprecia el acto de desobediencia civil protagonizado por el SAT porque «hasta un grupúsculo de extrema derecha» puede reunir a 100 o 200 personas. Es innegable. Hasta un grupúsculo de extrema derecha o del club socialdemócrata de pensamiento positivo, por ejemplo. Pero su argumento ad numerum, que en las viejas reglas de la lógica se llama «falacia», contiene menos demagogia que otras afirmaciones suyas, comunes en el mentidero mediático.

Dice el periodista que el acto del SAT es contraproducente porque «da argumentos al sector duro del Gobierno», de donde se deduce que debemos ser buenos para no provocar a ese sector o más buenos aún para ganarnos la condescendencia del sector blando. También dice que es contraproducente porque «libera de la engorrosa tarea de movilizar», pero no se molesta en decir por qué libera de tan terrible engorro. Y por último, afirma que es ineficaz porque «ninguna ONG aceptará productos robados», lo cual sería cierto si el SAT regalara esa comida en calidad de SAT; pero hay otras vías, empezando por las donaciones privadas.

Por lo visto, Sánchez Gordillo y sus compañeros han molestado a muchos. Ugarte, como su jefe en Diario.es, mi buen amigo Ignacio Escolar, critican con razón al Gobierno por lo que consideran una injusticia frente a delitos mayores y nunca castigados. Sin embargo, el Gobierno no está solo. Cuenta con el apoyo del PSOE. Ayer mismo, su portavoz en el Congreso, Soraya Rodríguez, exigía que «la ley se cumpla en todos los órdenes» y mostraba la oposición de su partido a todo acto que vulnere «la legalidad vigente», es decir, a cualquier acto de desobediencia civil. ¿Qué han escrito Sáenz de Ugarte e Ignacio Escolar al respecto? Nada, ni una sola línea. Sus críticas se dirigen en exclusiva al PP y, qué extraño, al SAT.

Es obvio que mis antiguos colegas de Público no están dispuestos a expropiar comida para los pobres en ningún supermercado; les parece, como ya se ha visto, inconveniente e inútil. Quizás subestiman el valor del símbolo. La desobediencia civil nos retrata; obliga a tomar partido y arranca la cortina de los intereses y de las ambiciones. Puede que unos carros de leche, legumbres y arroz no cambien el mundo, aunque lo cambien, pero muestran quién es quién y a qué juega.

Madrid, agosto.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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