Y viva España · 3 de abril de 2013

Al tipo le dan un premio de novela y se lo quitan por utilizar «lenguaje sexista». Cosas de este mundo absurdo, donde la confusión política de ficción y realidad se empieza a extender a la literatura. Pero yo prefiero lo anterior: que el tipo no se había presentado a ese premio, sino a uno diferente. Y alguien le dijo: oye, si renuncias al de nuestra provincia, te dan el de la provincia de al lado. Y él dijo: trato hecho. Y le dieron el de la provincia de al lado. Y luego llegó lo del lenguaje sexista. Y viva España.

Los premios literarios siempre han tenido su intríngulis. Esta misma semana, un grupo de escritores ha publicado un manifiesto interesante y tan condenado al olvido como otros manifiestos más interesantes, aunque sólo sea porque tocan a la mafia progre. Sí, es verdad que lejos de la poesía hay pocos rebeldes (hay negocio o sueño de negocio, y eso cierra las bocas), pero alegra saber que, por fin, después de muchas décadas de silencio, se tira del hilo. Ya sólo falta que los manifiestos críticos se abran a gentes ajenas a la familia y que los españoles dejen de ver la cultura como un capricho de vagos, cuyo valor se reduce a la fama.

En espera de acontecimientos tan improbables, la política se vuelve un imposible. He dicho bien: la política. Si miran a nuestro alrededor, verán países con creadores que ocupan teatros, asaltan televisiones, provocan, incomodan, despiertan, se arriesgan, contribuyen a crear un público nuevo y logran que su voz equilibre y a veces sustituya la voz que la política no quiere tener. Aquí también los hay, pero en la miseria y sin influencia, es decir, sin medios para ejercer la función social del arte fuera de la marginalidad. Por eso tenemos un país de chiste y un futuro a la altura de sus premios.

Madrid, abril.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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