Voz pública · 4 de abril de 2013

Mira que son años. En los ochenta, decías República y respondían qué es eso, vuelve a decirlo y te quedas sin palabra, ¡viva el rey! En los noventa, lo mismo y, tras el cambio de siglo, lo mismo pero con ligeras variaciones: de qué vas, vuelve a decirlo y te quedas sin palabra, ¡viva la monarquía! Luego llegó el 15M y pensamos vaya, por fin, pero no hubo por fin porque la República no es ausencia de monarquía, sino algo bien diferente; y como la República no estaba en su cabeza, la mencionabas y sí: qué es eso, vuelve a decirlo y te quedas sin palabra.

Me han dejado sin palabra tantas veces que ya no sé si hablar merece la pena. Y no soy precisamente una excepción. Como nunca era el momento del pensamiento republicano, que es anterior a su forma de gobierno asociada y condición sine qua non de ésta, se nos empujaba fuera de la palabra para que la imposibilidad de ser nos consumiera, nos agotara, nos derrotara. Con nosotros no se firmaban manifiestos. A nosotros no se nos defendía. Estábamos (estamos) fuera, y lo que está fuera no existe: ésa es la verdadera censura. ¿Cuántos han perdido la voz en el proceso? De los que yo llegué a conocer, varias mentes más grandes que un Estado y dos poetas enormes. Se ha hecho mucho daño a muchas personas y al propio país.

La historia reciente de España es la historia de un delito contra la cultura, que parte de un olvido general y premeditado: el de la experiencia cultural de la II República. Ahora tiembla la Corona y la gente busca respuestas, pero es difícil que las encuentre en una voz pública hecha de nombres, también por la izquierda, que son culpables del olvido y culpables del delito. ¿Qué es eso? Vuelve a decirlo y te quedas sin palabra. Vuelve a decirlo y no recuperarás la palabra. Mira que son años.

Madrid, abril.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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