Y todo es agua · 30 de julio de 2013
Hay rumores por todas partes; de recortes y de cosas más feas y más temibles, pero en las redes no se oye ni mu. Será el buen tiempo, con su narcosis: para el que se puede permitir el lujo de sufrir narcosis y disfrutarla. O será que la inmensa mayoría de esas redes se limita a seguir el compás de los medios. Ataca esto, no mires aquello; gástate aquí y pon tu agotamiento allá. Pero cualquiera se atreve a abrir la boca. Hoy, España es un país lleno de gente que sabe lo que pasa y se encoge de hombros (o habla entre bastidores) porque, después de recibir hasta en las cejas, tiene tanto miedo de los amigos como de los enemigos.A mí no me preocupan los rumores. La lógica de los acontecimientos es incomparablemente más segura; incluso si coincide con los rumores. Y, en cualquier caso, ¿qué se puede hacer? ¿Subirse a un cajón a gritar? Para que la información sea un instrumento útil, se necesitan redes capaces de distinguir la información y el ruido, lo cual presupone sistemas capaces de distinguir la información y el ruido, lo cual presupone personas capaces de distinguir la información y el ruido. ¿Eso es lo que se ha hecho? No. Así que no importa lo que diga la lógica de los acontecimientos. Tras una ola viene otra, y todo es agua. Además, ningún aviso podría prevenir a los que ven cuatro millones de parados sin prestación o decenas de miles de inmigrantes sin Sanidad y siguen creyendo no ya en sus opresores, sino en los supuestos libertadores que han facilitado ese mundo.
Madrid, julio.
— Jesús Gómez Gutiérrez