Las palabras serias · 15 de julio de 2013

Es lo único serio que he oído esta mañana: «mira que hace calor»; y como ya no es para tanto, lo único serio de la noche será: «esto es otra cosa». Me refiero a asuntos de interés colectivo, porque asuntos serios hay muchísimos, pero no suelen incomodar a las mayorías y, en lógica consecuencia, no alcanzan la categoría de interés colectivo. ¿Me siguen? Pues sigo. Así que estaba el calor que ya no es para tanto y después, nada. He dicho bien, nada. Lo cual incluye el culebrón del presidente mangante, el partido de mangantes, el informante mangante y la muy hipócrita y mema oposición, dividida entre los preocupados por la estabilidad del sistema y los que van de distintos y son incapaces de hacer lo único que podría ser serio: abandonar las instituciones y predicar con el ejemplo de la desobediencia civil y la cárcel, llegado el caso.

Pero qué barbaridades digo. Abandonar las instituciones y, a continuación, en primera línea, arriesgando su libertad, negarse a obedecer toda ley injusta. ¿Se puede ser más irresponsable y más pueril? Ni que fueran los hombres y mujeres que forzaron el nacimiento de la II República española, entre los que cuesta encontrar alguno que no pasara por la cárcel o, sin apuntar tan lejos, ni que fueran los ciudadanos que hoy ejercen de soldaditos de la causa y se la juegan mientras ellos le dan al palique. No, hombre, no; eso no puede ser. Hay que tener calma. Hay que pensar con la cabeza. Hay que esperar a que el propio Reino se pegue un tiro, quizás en la forma de un director de derechas y, entonces, sólo entonces, aprovechar la coyuntura para amenazar en el Parlamento con las palabras más serias del día: «¡Mira que hace calor!», prolegómeno inevitable de «esto es otra cosa».

Madrid, julio.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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