Libelo · 29 de noviembre de 2013

Dicen que la nueva ley de represión ciudadana sancionará las «ofensas a España» con multas de entre 1.001 y 30.000 euros. Y como aún no está en vigor, aprovecho para desahogarme:

Magante y miserable Reino, ñorda pura, buena para delincuentes, meapilas, moromurcios, gilipollas, papahuevos, cuervos, jimentos y tiralevitas que, juntos y sin esclavos, por no encontrar vuestra boca, os comeríais los unos a los otros con la boca de un tercero, que siempre sería el ceporro al que nombráis rey, presidente, general y jefe de policía. Estado menos país, imposible. Con más burros, dudoso. De ser justa la historia, habría acabado con él entre una fiesta de guillotinas, aunque sólo fuera para que este montón de cagados, lacayos, marrajos, pedantes y fodolíes que están en las Batuecas ejerciendo de niñatos no pudieran decir que son lo que son, venga ya, en calidad de españoles y no de parásitos y criminales con el récord mundial de fosas comunes.

Entre todos vosotros, todos juntitos, no tenéis dos hostias: la última vez que os asustaron, tuvisteis a llamar a un bigote con boche y un italiano con plumas para que os salvara el culo. Entre todos vosotros, todos juntitos, no tenéis un cerebro: ¿Ofensas a España? Fachas, pelagallos, malnacidos, mamones, pijos, carapijos, carajotes y falustres. Un país no se ofende, horteras; no se puede ofender. Pero muerte al Reino, por si acaso. Y al trapo rojigualda. Y que os cunda en la pocilga, hasta San Martín.

Madrid, noviembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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