La percepción · 4 de diciembre de 2013
Se lo he preguntado a mi mantero, que estaba colocando sus películas: «¿Cuál es, a su juicio, el principal problema que existe actualmente en España?». Tras unos segundos de desconcierto y un par de minutos de mímica y chapurreo interlingüístico para hacerme entender, le ha dado un ataque de risa. Después, le he explicado mis motivos y le ha dado uno mayor. Pero, al final, se ha puesto razonablemente serio y ha contestado muy seriamente: la falta de derechos, los problemas económicos y el paro; respuestas que casi ha repetido cuando he formulado la siguiente pregunta: «¿Cuál es el problema que a usted, personalmente, le afecta más?».En mi mantero, la distancia entre la percepción de los problemas generales del país y la seguridad de sus problemas y los problemas de su entorno inmediato es, como mínimo, escasa. No se parece a ese 31,8% de españoles que hoy responden la corrupción como antes respondían el terrorismo a la primera pregunta y luego contestan el paro a la segunda. ¿Será que no sabe distinguir entre lo general y lo personal? Como me consta que sabe, será más bien que está menos contaminado en su percepción de España que ese gran grupo. Desde luego, hay una diferencia importante entre ellos: mi mantero no se encuentra entre el 72% que, según el CIS, ve la televisión o escucha la radio todos los días. Cuando se le pregunta «¿cuál es, a su juicio, el principal problema que existe en España?», responde a su juicio y no al juicio de los medios.
Estos son los problemas que afectan «personalmente» a los españoles, según el barómetro de noviembre del CIS: el paro, la economía, la sanidad, la educación y la estructura política. Pero, como siempre, como toda la vida, los medios prefieren la percepción general, que depende grosso modo de los propios medios y publican que los ciudadanos están preocupadísimos por la corrupción. Mi mantero se troncha, no para de reír. Dice que en su país ocurre lo mismo, aunque sin tantas encuestas. Luego, sigue vendiendo películas y yo quemo un kiosco.
Madrid, diciembre.
— Jesús Gómez Gutiérrez