Broma · 24 de febrero de 2014
30 de octubre de 1938. Acaba de terminar la emisión radiofónica de La guerra de los mundos, que su responsable explica así: «Aniquilamos el mundo ante sus oídos y destruimos completamente la CBS. Espero que se sientan aliviados al saber que no íbamos en serio y que las dos instituciones siguen abiertas para hacer negocios». La gran broma del siglo XX no había tenido ninguna gracia. El chiste estaba en su explicación, que además de ser una lección de ironía, también es una de las críticas más feroces que se han hecho desde el mundo del espectáculo al mundo del espectáculo, periodismo incluido.Obviamente, Orson Welles está a años luz de los pequeños payasos que medran en la prensa; pero, descargada de sorna y cambiando un par de palabras, su frase explica con toda claridad lo que ha hecho uno de esos payasos, este domingo, en una de las televisiones de nuestro país: «Aniquilamos la monarquía ante sus oídos y destruimos completamente la transición. Espero que se sientan aliviados al saber que no íbamos en serio y que las dos instituciones siguen abiertas para hacer negocios». Donde Welles utilizó su talento para demostrar la capacidad de manipulación de los medios, nuestro payaso supuestamente progresista ha utilizado la capacidad de manipulación de los medios para asegurarse el sillón.
Ahora bien, no sé de qué se sorprenden algunos. Si no estuvieran tan cegados por el brillo de la fama y tan necesitados de respuestas fáciles, simpáticas, sencillas, se habrían dado cuenta de que sus héroes mediáticos no son más que piezas del régimen. Ayer fue una broma que legitima a los borbones, con el apoyo de varios protagonistas de la transición y de un par de tontos útiles; anteayer, hoy y mañana, la vieja máxima de Lampedusa: «que todo cambie para que todo siga igual».
Madrid, febrero.
— Jesús Gómez Gutiérrez