Apuntes sobre la inmigración (II) · 6 de abril de 2008
Hasta hace poco tiempo, el silencio era norma general de la política española ante cualquier circunstancia relacionada con la inmigración que no tuviera lecturas positivas. En su aspecto más razonable, se pretendía evitar lo sucedido en las últimas elecciones: que un partido, en este caso el PP, lo aprovechara para hacer demagogia. Pero suele ocurrir que las palabras más peligrosas no son las que se dicen, sino las que se callan. Lo primero que se necesita para solucionar un problema es reconocerlo.
Las estadísticas afirman que el porcentaje de víctimas de violencia sexista es significativamente alto entre las inmigrantes. Todo un secreto a gritos; proceden de ámbitos culturales dominados por el machismo y donde la mujer ocupa un lugar tan subalterno que el viejo «si no me pega es porque no me quiere» campa a sus anchas. Y si alguien cree que el tiempo y el propio contexto social español se encargarán de normalizar la situación a corto plazo, comete un error.
No se trata de pedir milagros a los gobiernos. Se trata de exigir que pongan los medios necesarios para eliminar cualquier isla de ausencia de derechos y de impunidad. Porque los españoles no podemos hacer gran cosa para contribuir a la evolución de las sociedades latinoamericanas, pero tenemos la obligación de actuar en favor de la América que vive entre nosotros. Que ya es nosotros.
Diario Público. España, 6 de noviembre del 2008.
(Más información: Apuntes sobre la inmigración (I). Diario La Insignia.
España, 21 de agosto del 2006.)
— Jesús Gómez Gutiérrez
Modelos económicos / Que se pudran