Sitzkrieg · 7 de marzo de 2014

Dice Forsyth que Ucrania está temporalmente perdida para Occidente. Lo de Occidente tiene tela; desde el nacionalismo anglosajón, Occidente es lo anglosajón o no es nada, lo cual explica los muchos y ya tradicionales intentos de los gobiernos de EEUU y Gran Bretaña por sabotear la UE o conseguir que se quede como está, es decir, como aristócrata clasista, segundona e inoperante en todo lo que no sea azotar a los criados. También dice otras cosas, muy de guerra fría. Rusos conquistadores que, a diferencia de EEUU y GB, no han liberado a nadie «en mil años»; torpes europeos (rusos excluidos) que, a diferencia de EEUU y GB, siguen empantanados en «actitudes beatnik». En su delirio, compara lo de Ucrania con la invasión nazi de Polonia y pide paciencia para no repetir lo que considera el error de entonces: entrar inmediatamente en guerra con el III Reich, lo cual tuvo «consecuencias desastrosas».

Forsyth sólo es un escritor; en la mejor de sus décadas, no puede hacer más daño a la inteligencia que un telediario normal y corriente. Además, los delirios que piden enterrar los fusiles nunca son tan malos como los que piden desenterrar los fusiles. Pero, ¿a qué se refiere con lo de «consecuencias desastrosas»? ¿Habría preferido que no se declarara? Como no creo que Forsyth se haya pasado al fascismo en el sentido estricto del término, será que le duele lo que ocurrió después de aquella declaración: nada en absoluto. Ni el Gobierno británico ni el francés se dignaron a mover un dedo. Los siete meses transcurridos entre la invasión de Polonia y la invasión de Noruega y Dinamarca se llaman en francés la drôle de guerre (guerra de broma), en inglés The Phoney War (guerra de pega) y, en alemán, sitzkrieg (guerra de asiento, en contraposición irónica con blitzkrieg, guerra relámpago). No es que los Forsyth se hayan vuelto pacifistas; es que son conscientes de que sus sueños imperiales, que aún funcionan bien en la literatura y la prensa, sólo soportan el contacto con la realidad en la isla de Granada o las Malvinas.

Ciertamente, los tejemanejes de EEUU y GB no justifican los tejemanejes de Rusia. A Forsyth le duele que el nacionalismo anglosajón no esté siempre en condiciones de salvar el mundo y a algunos nos duele que parte de la izquierda confunda un zar con un revolucionario bolchevique. Como ha dicho Kissinger, otro gran literato, el zarismo es familia y con la familia no se juega. Mientras los despistados de nuestra inutilísima izquierda se dedican a emborracharse con una sitzkrieg que acabará de copas en los grandes centros financieros, el Capital sigue su guerra contra la libertad y la justicia. La está ganando.


Madrid, marzo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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