La cola · 11 de abril de 2014

Ante una situación social urgente, un gobierno progresista reacciona con urgencia. No dice pónganse a la cola a inmigrantes a punto de ser expulsados, enfermos que necesitan una operación o familias a las que acaban de desahuciar. Actúa y soluciona el problema. Eso es todo.

Pero ese todo no es nada para Susana Díaz, del Partido Socialista. Cuando la ley exige que su administración dé respuestas urgentes a situaciones urgentes, ella reinventa la ley y dice pónganse a la cola a las familias de la Corrala Utopía. Tiene motivos de peso. Susana Díaz es sistema y el sistema de España es ladrillo. No puede dar la sensación de que, si el pueblo se cansa y empieza a tomar lo que es suyo, el Partido Socialista va a estar con el pueblo. El negocio dejaría de funcionar. Los bancos, las inmobiliarias, los promotores privados de vivienda pública, el dinero negro y no tan negro metido en millones y millones de casas que exigen el mantenimiento de los precios hasta donde sea posible. Susana Díaz inventa una ilegalidad donde no la hay porque la explotación de la mayoría de los españoles y la seguridad jurídica de las inversiones es una necesidad del régimen.

Ahora bien, yo me preocuparía más por la argumentación de este caso. Para defender la cola que empieza en Bruselas y continúa por el monigote de los borbones, Susana Díaz justifica ideológicamente la expulsión del inmigrante, la muerte del enfermo y la exclusión del desahuciado. Me gustaría creer que los simpatizantes del Partido Socialista sabrán castigar esa actitud cuando les pidan el voto. Que no llevan ya una Marine Le Pen en el alma.

Madrid, abril.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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