Después de la crisis · 1 de septiembre de 2009

La propuesta sindical no es para tanto; consiste en universalizar la ayuda económica a los parados que se queden sin prestación, es decir, 420 euros por barba y fuera, no vaya a ser que se acostumbren a la dolce vita. Pero al Partido Socialista le parece un exceso porque, según afirma el ministro de Trabajo, «el presupuesto no lo aguanta todo». ¿Seguro que no? El Gobierno de Zapatero, que empezó con aires de renovación, se va enquistando día tras día en un modelo de pragmatismo político muy determinado, el que establece que las arcas del Estado están llenas para los ladrones a gran escala y vacías para la plebe.

Es obvio que Corbacho y los suyos tendrían una opinión distinta si necesitaran esos 420 euros para sobrevivir. Menciono la perogrullada porque sin ella no se entendería lo verdaderamente grave, que no está en ese detalle de clasismo viejo, sino en algo tan leve en apariencia como el lenguaje que se utiliza: frente a las necesidades concretas, apremiantes, de cientos de miles de personas, el socialismo que nos queda ya no se molesta en oponer plazos medios o largos con resquicios de esperanza, sino el muro de la contabilidad. Es lo que hay, viene a decir. Nosotros, los socialistas, no estamos para luchar contra las desigualdades, sino para comprar paz social sin tocar la corrupción, la economía sumergida y un sistema fiscal que ha perdido su intención redistributiva; o en otras palabras, sin tocar el presupuesto.

Hace unos días, una amiga me comentaba su intención de emigrar para ganarse la vida en algún país donde el trabajo tenga valor. Son muchos los que lo han hecho, muchos más los que se lo plantean, y yo mismo haría las maletas si se presentara la posibilidad. Cuando termine esta crisis, seguiremos con la precarización, volveremos a la especulación masiva y el cambio de modelo productivo habrá quedado en un eructo simpático, una simple ocurrencia. España no tiene futuro. No puede tenerlo. No se puede crear un país desarrollado, con un gasto social de país desarrollado y una producción de país desarrollado a partir del tenderete económico heredado del franquismo y de una cultura basada en el compadreo. Esta vez no nos van a salvar los fondos de cohesión de la UE.

Lo peor, queridos compañeros del PS y de la izquierda del «revolucionarismo sin revolución», como resume Edgar Morín, es que el tiempo que perdemos hoy también hipoteca el mañana. Vais a perder una ocasión histórica y vais a abrir las puertas a regresiones que ya están aquí, creciendo, porque el espacio que la política desocupa es espacio que ocupa el populismo. ¿Qué hacer? Lo único que puede aunar voluntades y afrontar la reforma del Estado: España necesita un proyecto republicanista. Con vosotros o contra vosotros.

Madrid, 1 de septiembre.

Post scriptum: Cuánto vale el 100%.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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