Un camino equivocado · 31 de julio de 2012

Era un secreto a gritos, pero el Defensor del Pueblo Europeo, Nikiforos Diamandouros, lo ha confirmado esta misma semana: el BCE no pidió a Rodríguez Zapatero que modificara la Constitución. Aquellos días de agosto y septiembre del 2011 no tuvieron el signo de una injerencia extranjera en la política nacional, como se insinuó tantas veces, sino de una chapuza estrictamente nacional y estrictamente achacable al PSOE y al PP. Querían calmar a los mercados. Destruyeron su propia Constitución.

En el tiempo transcurrido desde entonces, casi un año, ha pasado mucho y nada. Mucho, porque el cambio sistémico sigue su curso y dista de haberse cobrado todas las víctimas que exige; nada, porque no hemos sido capaces de convertir nuestro descontento en una amenaza real. El 15M, el único movimiento que se plantea seriamente una ruptura o al menos una reforma profunda del sistema, está perdiendo la iniciativa política. Las causas son internas; de organización, de objetivos y hasta de falta de confianza en nuestras posibilidades. Si queremos buscar errores, tenemos más que suficiente con nosotros mismos. Pero también hay un problema de generosidad mal entendida.

El 25 de julio, CCOO y UGT presentaron su «Cumbre Social» con organizaciones que, en gran parte, son satélites del PSOE e IU. Obviamente, están en su derecho; incluso en el derecho de excluir a los sindicatos y movimientos que, como el 15M, no se contentan con volver a la España anterior a Rajoy. Sin embargo, su decisión nos compele. ¿Les vamos a dar otro cheque en blanco? ¿Otro 19J en bloque crítico para que después nos acallen? Cuidado. Sumar fuerzas no es sinónimo de someterse. Por ese camino, corremos el riesgo de desaparecer.

Madrid, julio.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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