La corriente · 19 de junio de 2009
1. Como es ciudad alta y asentada sobre más de siete colinas, la escena de la Plaza de Juan Puyol pasa de realidad a ficción en un chasquir: chicos que juegan al futbol y un balón que se fuga por la Calle del Tesoro, dice adiós a Santa Isabel, se pierde por Pozas, gira en Pez, cruza San Bernardo, sigue por Reyes, salva Plaza de España, se arroja a la Cuesta de San Vicente, sobrepasa por ley de aceleración la glorieta del mismo nombre y termina en el río. Antes de que el Manzanares fuera esclavo, podría haber llegado a Lisboa; en cuyo caso, resumo: «Este balón se arrojó al mar desde el buque Juan Puyol de Madrid en la latitud de 40º, 25 norte y longitud de 3º,45 oeste el día 18 de junio del año 2009, con intención de calcular la corriente».
2. Aquí no hay ficción, sólo casualidad. Caen cuatro gotas por San Quintín que prometen (e incumplen) un chaparrón como el del martes; al llegar a la esquina con Arrieta y la Calle de la Bola, me cruzo con el mismo ladrón que hace años, en una noche de Cádiz y en mitad de Cádiz, tras una de sus esquinas con cañones, estaba descerrajando una joyería. No sé si me ha reconocido, pero me ha preguntado la hora. Ya entonces, en nuestro fugaz encuentro, me ofreció un reloj.
3. Herschel y Planck no están en este principio de verano, con tardes cargadas de humedad y casi ajenas a nuestro clima seco; pero importa que, detrás de esas nubes, sigan navegando hacia el punto virtual L2, situado a 1,5 millones de km. de la Tierra. La misión de Planck es apasionante; pretende cartografíar irregularidades en la radiación fósil de la primera luz del universo, es decir, ver el origen de todo. En cuanto a su hermano, contaré una historia de Madrid: cuando las tropas de Napoleón conquistaron la ciudad, quemaron el instrumental del Observatorio, cuyos telescopios eran obra del astrónomo alemán que da nombre al telescopio de la ESA, William Herschel. Espectro infrarrojo es una forma demasiado aséptica de decir que no nos salvaremos sin mirar fuera. Ni en ciencia ni en economía.
4. De vuelta en la Calle de la Palma, entre varias tazas y una ensaladera, el vaso: se ha roto con un roce y ha teñido de rojo la espuma de la pila. Ni siquiera he notado los cortes, que resultarán ser tres, dos largos y uno corto, como la g del código Morse, cuando por fin los distinga. Porque ahora no los siento; y con tanta sangre, no se ven.
Madrid, 18 de junio.
— Jesús Gómez Gutiérrez