Burbrujas · 18 de junio de 2010

1. Se vende, se alquila, se vende, se alquila, se vende y se alquila. En la desbandada general del barrio, que algunos quieren de niños bien con ínfulas bohemias, todo son carteles de casas y locales que el tiempo desgasta porque sus dueños siguen empeñados en defender el último reducto de la burbuja. Hay pocas cosas más ideológicas que la arquitectura y los modelos de urbanismo. Si no supiéramos nada más, si careciéramos de secuencias estadísticas sobre procesos económicos y políticos, bastaría con echar un vistazo a las paredes para saber quién gobernó y qué pretendía; en ese sentido, la arqueología siempre será la ciencia social más avanzada.

2. Tristes, jóvenes y generalmente famélicos: es la descripción general de los chinos de las tiendas de chinos que siguen brotando como setas y venden exactamente lo mismo e igual de mal, con frutas y verduras al borde de la putrefacción y productos en frascos, cartones y plásticos a precio de oro. Con excepción de un par de locales que ya tienen solera, los dependientes chinos que se ven hoy serán sustituidos dentro de seis meses por otros chinos tristes, jóvenes y generalmente famélicos. Nada sospechoso; nada que merezca una inspección de condiciones de trabajo o una duda razonable sobre un capital tan altruista que invierte en las zonas más caras para tener pérdidas.

3. Triball, esa empresa privada que según Gallardón y El País no estaba en Malasaña para especular y ganar dinero sino para crear cultura y belleza, anunció hace unos días el cierre de La maison de la lanterne rouge, nombre tonto, pijo y pedante hasta el ridículo que, no obstante lo anterior, mantuvo una de las fachadas más originales que se han visto por aquí. Ahora, Triball lo dedicará a apartamentos y oficinas de lujo y La maison se marchará al número 5 de Corredera Baja, donde la cultura y la belleza reinarán alegremente hasta que llegue la hora de convertir el edificio en apartamentos y oficinas de lujo.

4. En la Calle del Pez, muy cerca de la Calle de la Bruja Mala (antes Jesús del Valle), el Patio Maravillas va recuperando lo perdido con el desalojo de Acuerdo. Aunque sólo fuera por estética, por la bocanada de aire fresco que supone, su existencia ya sería un triunfo. Además, hacen cosas; a diferencia de la izquierda política de Madrid. Se relacionan con los vecinos; a diferencia de la izquierda política de Madrid. Se interesan por lo que ocurre; a diferencia de la izquierda política de Madrid. Viven en su tiempo, a diferencia de la izquierda política de Madrid. Pero la bruja y su gente, que son muy reales, no se van a asustar en sus palacios porque lo social contradiga lo político. Hay que ir más lejos.

Malasaña, junio.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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