La zarpa · 25 de mayo de 2011

Desde el 16 de mayo se ha repetido constantemente, por motivos de lo más diverso, que las acampadas son una iniciativa independiente de Democracia real, ya, No les votes, Juventud sin futuro, etc. En otras palabras, no están ni han estado nunca sometidas a los objetivos contenidos en los manifiestos de esas organizaciones, aunque compartan el espíritu general y forme con ellas lo que se ha dado en llamar M15M. Las acampadas sólo están sometidas a su organización básica, la asamblea, y son las asambleas las que han aprobado o aprobarán las propuestas que les parezcan oportunas.

No es tan difícil de entender. Hasta los casos terminales de sueño, extenuación, tontería etílica o descerebramiento causado por autobombo y ego monumental, típico de algunos periodistas, deberían haberlo entendido en un plazo no superior a tres días con sus noches. Pero más de una semana después, se sigue insistiendo en criticar a la acampada de Sol por no acatar manifiestos que no son suyos o, en el colmo de lo que corresponda (despiste, mala uva, interés), por los famosos «tres puntos» que surgieron de una iniciativa absolutamente ajena a Sol y de la que Sol se desvinculó absolutamente el día 18 de mayo.

Esta tarde, alrededor de las ocho y media, se ha vuelto a proponer que la asamblea sectorial aprobara los tres puntos de marras. Como ha recordado el compañero de una de las comisiones, habría sido un desprecio a los grupos de trabajo, que se comprometieron a ofrecer sus propuestas el viernes, y una ruptura de los canales democráticos. Y todo, ¿por qué? Porque los grandes medios lo quieren para ya, porque algunos señoritos de la Red no pueden vivir sin ser el centro de atención y porque otros, más justificables pero no menos dañinos, tampoco han entendido que no importa si las asambleas nos gustan o nos disgustan, si son más o menos representativas, si Birmingham es más fea que Albacete o al contrario. La estructura de Sol es asamblearia y punto.

Como muchos amigos, me comprometí desde el primer día a ayudar en lo posible sin meter la zarpa en el movimiento ni abusar de ninguna posición. El domingo, acataré la decisión de la asamblea general incluso si aprueba propuestas sin incidencia directa en el bolsillo de la gente ni en los motivos reales de la corrupción, que no es un desliz organizativo o una categoría moral de la política, sino la consecuencia de un problema que en España se llama mercado inmobiliario. La acataré porque decidí formar parte de este movimiento; y si decido que ya no me representa, seguiré por otras vías. Sin mentir. Sin intención de manipular. Con la bandera del viejo Gramsci: «la verdad siempre es revolucionaria».

Madrid, mayo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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