Hasta las últimas consecuencias · 23 de septiembre de 2011

Son nueve y serán juzgados los días 3 y 4 de octubre. Su delito consistió en manifestarse en Madrid, por una vivienda digna, el 21 de mayo del año 2006. En conjunto, la fiscalía pide para ellos un total de cincuenta años de cárcel, justificados con el argumento ya común de que nueve chavales indefensos y separados agredieron brutalmente a varios antidisturbios. Parece una broma de mal gusto. Es una broma de mal gusto, perteneciente a una categoría de bromas que, hasta el 15M, se perdían entre el humo de los grandes medios y se desconocían fuera del ámbito de las propias víctimas, de sus familiares y de las escasas organizaciones sociales que les prestaban apoyo.

Hemos avanzado mucho en ese sentido. Incluso en situaciones especialmente complejas, como la sufrida esta misma semana por once compañeros de la Marcha a Bruselas, en París: detenidos, incomunicados durante casi dos días y puestos a disposición judicial. Nadie sabía dónde estaban. No se tenía noticia de ellos. Habían desaparecido en alguna comisaría de la capital francesa. Pero al final, nuestras redes funcionaron por donde siempre funcionan, por el viejo y útil apoyo mutuo de los que se niegan a ser carnaza del poder. Sin eso no somos nada; nueve, diecinueve, nueve mil, nada si nos limitamos a ser unos cuantos chavales o no tan chavales indefensos y separados.

Todo lo que hemos visto hasta ahora es poca cosa en comparación con lo que nos espera. A partir del 20N, nuestro país volverá a manos de los máximos responsables de nuestro subdesarrollo político y económico. Nos perseguirán, nos reprimirán e intentarán aplastar el movimiento. Puede que la nueva aristocracia del PSOE subestime el mar de fondo de España y las grietas que ella misma ha provocado o ha contribuido a ensanchar, pero la vieja lo sabe bien; ni siquiera tiene escrúpulos. Aprovechemos entonces los dos meses que faltan. Debemos afianzar los lazos y extender el ámbito del 15M. Demostremos que estamos dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias.

Madrid, septiembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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