Distopía · 12 de diciembre de 2011

No se dice porque no es el lenguaje de la época y porque, en cierta manera, sería una perogrullada monumental: lo de los gobiernos alemán y francés es imperialismo puro y duro. Qué otra cosa podría ser. Hemos llegado a la fase superior del capitalismo, citando al ruso que se equivocó en mucho, pero no en todo. Y los demás, cómplices, sin ganas de perder sus privilegios o simplemente cautelosos, bajan la cabeza y firman lo que les pongan.

Hay pocos motivos para el optimismo. El Gobierno alemán cambiará en algun momento, quizás en el 2013, pero del SPD no se puede esperar demasiado; aunque Helmut Schmidt ataque a Merkel y la acuse de destruir Europa con un «espíritu nacionalista de matón alemán», los lodos de hoy vienen de los barros económicos de Gerhard Schröder. Y en cuanto a Francia, cualquiera sabe si François Hollande, candidato del PSF a la presidencia, se acordará de sus palabras de hace unos días, cuando afirmó que el acuerdo de la UE es contrario al interés de los ciudadanos, que «los pueblos europeos probablemente lo rechazarían» si se sometiera a referéndum y que «es hora de cambiar de discurso y de rumbo».

Pero supongamos que Hollande es sincero y que nos libra en el 2012 de ese Berlusconi a la francesa que es Sarkozy. Supongamos incluso que el SPD, recién salido de un Congreso ordinario, asume sus muchos y graves errores y se decide a gobernar con la izquierda en lugar de abrazarse a la CDU. Para entonces, habrán pasado dos años. Dos años a partir de una situación que una de las voces más lúcidas de Europa, Jürgen Habermas, define de este modo: «por primera vez desde la fundación de la UE, la democracia está en peligro». Dos años que serán muy largos para los desempleados, para los precarios, para los que no tienen casa, para los que están sufriendo la destrucción de la sanidad pública.

No podemos esperar tanto; ni en la UE ni en España, donde el supuesto aliado del PSF y el SPD, el PSOE, se dedica a apoyar el tratado que Hollande rechaza y la Unión que Schmidt critica. Están jugando con las vidas de millones de personas. Y esta vez no podemos justificarnos con aquello que dijo Gramsci en 1922, cuando se preguntaba ¿Qué hacer? como Lenin en los albores del s. XX: «éramos completamente ignorantes y por eso estamos desorientados». Esta vez no somos ignorantes. La inocencia ha muerto. Si seguimos jugando al consenso con el Capital, crearemos una distopía que se llevará por delante la igualdad, gran parte de la libertad y, por supuesto, como consecuencia de este modelo de desarrollo, el planeta.

Madrid, diciembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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