Celebrando a Faulkner · 19 de septiembre de 2012

«Nos quieren otra vez analfabetos y en alpargatas», me decía este lunes una afiliada de CNT, sesenta y pocos años, pelo blanco, tras una conversación breve. Yo iba de paso, a entregar un trabajo, un libro. Ella estaba allí con un compañero suyo, joven, veintitantos, repartiendo pasquines contra la privatización encubierta de la institución situada a nuestras espaldas, toda libros, la Biblioteca Nacional. Y dos días después, como confirmando sus palabras, la policía desaloja y tapia el CSO Casablanca, sede de la biblioteca del 15M, BiblioSol.

Algo me dice que los defensores del libro que se reunían la semana pasada en la inauguración de La Central de Callao dirán poco o nada al respecto; empezando por sus presentadores, Alessandro Baricco y Mario Vargas Llosa, enemigos de la subvención pública directa a la cultura y, por supuesto, no hay otra, defensores de la subvención pública, directa o indirecta, a las grandes empresas de la cultura. Pero el mundo oficial es así. Y no sólo por el lado de los neoliberales. Tampoco dirán nada los que, al hablar de lo público, se refieren al mantenimiento de un sistema donde la amistad y el seguidismo político son lo de más y la creación y el talento, lo de menos.

Afortunadamente, la familia del libro es grande. Estoy seguro de que, dentro de cinco minutos, cuando empiece la concentración de apoyo al CSO, habrá unos cuantos poetas y algún novelista entre los congregados. Quizás es lo único bueno de pertenecer a un sector que, subvirtiendo un poco la expresión de la cenetista, tiene a todos los analfabetos con zapatos italianos y a casi todos los creadores con alpargatas. En la literatura siempre ha estado la revolución. Si nos quitan una biblioteca, haremos otra. Hasta en el Congreso, por qué no, un #25S; para celebrar el nacimiento de William Faulkner.

Madrid, septiembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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