Calabozo · 26 de octubre de 2012
- —¿Qué haces?
—Pienso.
—¿En qué?
—En los motivos de un gobernante.
—¿Tanto te aburres?
—No me aburro. Es interés.
—¿Seguro que no te aburres?
—Hemos hablado, ¿sabes?
—¿Y qué ha dicho?
—Lo de siempre. Que no sabía.
—Lógico.
—Y que sin él, habría sido peor.
—Faltaría más.
—¿Y si fuera cierto?
—Olvídalo y llévale la comida.
—No es la hora.
—Sólo faltan cinco minutos.
—¿Y si fuera cierto?
—La comida...
—¿Y si lo fuera?
—No cambiaría nada.
—¿Cómo que no?
—Firmó leyes, decretos.
—Sí.
—Por voluntad propia.
—Sí.
—Pero pudo dimitir.
—Supongo.
—Y no dimitió.
—Por responsabilidad, dice.
—Y sus víctimas, ¿qué dicen?
—Bueno...
—¿Le agradecen el esfuerzo?
—Claro que no.
—La comida.
—¿Me quedo en el calabozo?
—¿Para qué?
—Hoy hay carne.
—¿Y?
—El cuchillo.
—¿Temes que se mate?
—Tiene motivos de sobra.
—Pero sólo matan hacia afuera.
Madrid, octubre.
— Jesús Gómez Gutiérrez