Esperanzas de libertad · 7 de noviembre de 2012

Gana Obama; lógico: es el sistema. Y bajo el combate entre el sistema y su carta en la manga, el fascismo, hay cosas interesantes: Colorado y Washington despenalizan el consumo de cannabis. Maine y Maryland legalizan el matrimonio homosexual. California rechaza la abolición de la pena de muerte.

1. Ha pasado un siglo desde que la ley Harrison implantó el prohibicionismo en Estados Unidos y despejó el camino para el prohibicionismo en el mundo. Moral puritana, control social; enemigos ficticios, extensión del miedo. Hasta crear lo que, en la práctica, es la gran cruzada contemporánea contra las brujas y el mayor negocio, ajeno a control público, del planeta. Con excepción de los fundamentalistas, no hay un solo gobernante que no sea consciente del absurdo que supone; pero como dijo José Mújica, presidente de Uruguay, «alguien tiene que ser el primero» en dar el paso.

2. De esto no ha pasado un siglo, sino dos décadas. En 1993, el Tribunal Supremo de Hawai dictó que la negativa a otorgar licencias de matrimonio a homosexuales era contraria a la Constitución. En EE.UU. se iniciaba un proceso que pasó por involuciones tan graves como la ley de defensa del matrimonio, firmada por Bill Clinton en 1996. Hoy, Maine y Maryland se han sumado a Massachusetts, Nueva York, Connecticut, Iowa, New Hampshire, Vermont y la capital federal. No serán los últimos; ni siquiera de esta semana, porque Minnesota y Washington votan el miércoles.

3. Era la Propuesta 34. Si se hubiera aprobado, habría sido el fin de la pena de muerte en California; pero también habría sido el principio de otra barbarie que, en parte, explica su derrota en las urnas: iba ligada al establecimiento de la cadena perpetua sin posibilidad de acceder a la libertad condicional. Preguntados al respecto, la inmensa mayoría de los condenados a muerte se opusieron. Mejor una esperanza de libertad, aunque sea leve, que la seguridad de pasar toda la vida en la cárcel. Y por una propuesta envenenada, el Estado de California seguirá matando.

Madrid, noviembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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