Deducciones necesarias · 18 de noviembre de 2012

Con Olga, el Estado tiene dos manos; una le envió una orden de desahucio y otra le receta ansiolíticos que «sólo te adormecen». Pero Olga no está tan adormecida por la subversión comercial de la psiquiatría ni tan acobardada por la subversión bancaria de la política como para no decir lo que piensan muchos: que si las circunstancias la empujan al suicidio, «me voy a llevar a alguno de ellos por delante».

Palabras de la desesperación, dicen; a mí me parecen palabras de la lucidez, que atraviesan excepcionalmente la locura colectiva cuando algún medio se atreve a llevar el mensaje de la política real. Olga es una vida en el contexto de la violencia estructural del Estado. Olga es una urgencia diferida. Olga es un olvido. Y lo era ayer. Y anteayer. Y el día anterior. Con todas las cosas que pasan cuando se necesita ayuda y no llega. Con todas las cosas que se sienten al saberse excluido, atrapado, irrelevante. Y todo lo que se deduce de ese hecho.

Ahora se abre un periódico y surgen legiones de columnistas y representantes públicos que se muestran indignados por los desahucios. Mejor tarde que nunca, se oye por ahí. Por lo visto, hay quien cree que un refrán pronunciado al servicio de la exculpación puede borrar la existencia de decenas de miles de víctimas y de cientos de deducciones necesarias que terminan del mismo modo: «me voy a llevar a alguno de ellos por delante».


Madrid, noviembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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