Y no se ven ratas · 14 de diciembre de 2012

Es el estreno de un musical. Cosa cara. Pero nueve, nine, neun millones de euros procedentes de Arabia Saudí han hecho el milagro. Y allí, entre otros, están la reina, un montón de multimillonarios del Golfo, Zapatero, la esposa de Zapatero y un par de ministros del PP, chapoteando entre contratos de petróleo con AVE, César. Todo ha sido porque el marido de una ex presentadora de televisión le dijo a un embajador que si podía hablar con su monarca, amigo del nuestro y sea, no se hable más, nueve millones.

Los hay con suerte, ¿verdad? Imaginen la alegría. Desde el marido hasta el libretista, pasando por especialmente el marido, el director, el marido y hasta el gestor del teatro, un antiguo dramaturgo y actor. El mecenazgo es lo que tiene. Iniciativa privada. Parafraseando a Mamet, nos hemos quitado la losa del comunismo brechtiano para acceder a la libertad de creación, donde cualquiera puede tener dinero y crear como en Broadway y Hollywood, sin propaganda, sin manipulación, sin comisariados, sin directrices y sin verdades universales, lejos del poder y de las esclavitudes del poder.

En la prensa, las fotografías captan sonrisas, una alfombra roja y una pared de fondo azul. No captan el olor. Son imágenes. Y no se ven ratas. Es el mundo por arriba, tanto en lo privado como en lo público, casi aristocracia del XVIII. ¿Será un buen espectáculo? En la calle, donde la cultura mantiene alguna relación con la necesidad de expresar, representar y quizás de entretener, caben autores como Willy Uribe, en huelga de hambre por un ex toxicómano. Y si caben autores como él, también habrá obras que afronten el arriba como se debe, a punta de navaja.

Madrid, diciembre.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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