Frontispicio · 20 de enero de 2013

Es la venganza; la vieja y rutinaria historia de un agravio imaginario o real que, en los países de ley ciega hacia arriba, interpreta el papel de la transparencia. Si no fuera por la venganza y sus invitados, chantaje incluido, no sabríamos nada de sobornos, prevaricación, guerras sucias, cuentas en Suiza, comisiones, sobresueldos, contratos falsos, contabilidades paralelas y fondos de reptiles. Némesis debería sustituir a la Constitución en el frontispicio del Congreso.

Un ex senador habla a un periódico de su familia política. Dice que tiene datos, sobres, dinero negro; dice que se había acogido a la última amnistía fiscal, la cuarta de la segunda restauración borbónica; dicen que las cosas se complican y que dispara; dicen que es algo grande, moralmente grande, porque legalmente es pequeño, tan pequeño como las culpas prescritas o a punto de prescribir. Después, alboroto. Y folclore. Las cuentas del pasado llegan como pólvora mojada y el presente, siempre limpísimo, ajeno a investigaciones, se escabulle hacia un futuro donde quizás se tope con la venganza y forme otra humareda.

Nadie va a cambiar el bajorrelieve del Congreso; la Constitución seguirá apoyando un codo en el muslo de España, con el vestido a punto de alegrar la vista. Pero su actitud, entre irónica y descreída, es mejor Némesis que las imitadoras de los ricos. Se venga de nuestra ignorancia. Porque hay que ser ignorante para no saber que aquí no habrá justicia ni democracia ni cultura ni un solo ciudadano, hombre libre, mujer libre, mientras no le devuelvan la bandera de abril.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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