Neandertales · 24 de enero de 2013
Hagan un neandertal porque pueden o porque les pica la «curiosidad superior» en una de sus dos versiones, si no en las dos: la de Flaubert al definir el amor y la de Jünger al dirigir un pelotón de fusilamiento; pero no digan que lo hacen porque su «modo de pensar podría resultarnos beneficioso». Ya chirría bastante ese nos rematadamente falso sin necesidad de apelar a la inteligencia. Mejor que un neandertal, un velociráptor; se encierran con uno adulto y fijo que les ayuda a pensar. Y mejor que un velociráptor, un buen libro.La Universidad de Liverpool publica un estudio al respecto. Treinta voluntarios leen pasajes de clásicos como T.S Eliot, Shakespeare y Wordsworth y, a continuación, leen esos mismos pasajes en lenguaje simplificado, es decir, el de la prensa, los libros de autoayuda y la mayoría de los best sellers. En el primer caso, la actividad de sus cerebros fue la de un homo sapiens preparado para entender y crear cualquier cosa; en el segundo, la del gusano que suplanta al homo sapiens tras toda una vida de lecturas sota-caballo-y-rey que, en palabras de Philip Davis, uno de los autores de la investigación, «se limitan a reforzar las opiniones previsibles y las imágenes convencionales» que tiene del mundo y de sí mismo.
Es obvio que las estructuras semánticas complejas activan la atención y que, a veces, cuando están al servicio del talento literario, suscitan «formas, conexiones y pensamientos nuevos». Pero además de esa perogrullada, los de Liverpool también descubrieron que la poesía resulta particularmente útil en los «modos de pensar» que tanto interesan a la curiosidad superior: más que ningún otro género, fuerza al lector a reinterpretar sus propias experiencias y a «sumar lo emocional y lo biográfico a lo cognitivo». ¿Voluntarias para parir un neandertal? Si es por joder, busquen voluntarias para parir poetas.
Madrid, enero.
— Jesús Gómez Gutiérrez