Por qué tururú · 25 de febrero de 2013

Porque las cosas llegan y, cuando llegan, hay que estar preparados. Y cómo estar preparados si no se sabe para qué o, peor, mucho peor y más habitual en quien mira, si se sabe y se pasa porque no se está dispuesto a hacer nada relevante. Por eso, tururú. No hay miseria ni paro ni crisis ni corrupciones ni catástrofe interplanetaria que consiga agitar más que unas manitas en manifestaciones de gente obediente, ordenadísima, muy contenta de encontrarse por enésima vez de paseo. Y mejor dejamos las manitas, porque los otros, cabrones, chinguen a su madre, no están ni para menear los pies.

Del cementerio político, sección sindical, llegaba este fin de semana una de las mayores gilipolleces que se han oído en muchos años: estos no son tiempos de revolución, sino de resistencia. ¿Será cierto? ¿Habremos imaginado la revolución del Capital y la resistencia nula de los partidos y sindicatos tradicionales? Luego dirán que la gente no los entiende. Pero la gente los entiende de sobra; dicen que cada palo aguante su vela y que no están ni estarán para más, a no ser que el pueblo hable antes y les haga el trabajo, en cuyo caso se sumarán al soviet, la República o lo que toque.

Si los sueños que construimos surgen de nuestras venas, el sueño de esta España es de horchata. Por eso, tururú. Tendremos bomberos que harán de antidisturbios, procesiones de rebeldes con globos de colores y algún demagogo en Red que nos instará a votar su ombligo, porque su ombligo es el futuro, oh futuro, danos el paraíso digital. Afortunadamente, la realidad tiene sus propios planes. Nos arrastra, a los unos y a los otros. Y siempre se puede aprender la lección.

Madrid, febrero.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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