Hasta entonces · 3 de mayo de 2013
No está mal la minifalda; se llama bajada de tipos y lleva el euríbor al 0,493%, con el que baila un vals como en la última escena de Saló o los 120 días de Sodoma, indiferentes ante la masacre. Y vuelve el sol. Otra vez. Por arriba, el sistema está con ganas de confesar que ya está satisfecho y que le encanta la nueva distribución del mundo, pero dice lo que tiene que decir para que parezca lo que tiene que parecer: No iremos más lejos; nuestros pueblos importan. Por abajo, bueno. Hay muchos mundos por abajo. Los que no hablan, los que no pueden luchar, los que lo intentan a fondo y los que viven de la ensoñación.Encuesta, jueves, Madrid: caras de felicidad porque la derecha se hunde y la izquierda está a punto de superar a la ex izquierda. Es el cuento de la lechera pasado por el tamiz del emperador desnudo. ¿Que la nueva reacción desequilibra la balanza hacia la reacción sin más? Irrelevante. ¿Que la mitad de los ciudadanos no votará a ningún partido? Irrelevante. El cielo es azul y entre bastidores, ganando espacios en la prensa progresista, aparecen brochazos de confluencias que serán bálsamos de fierabrás. Yo me sumo a yo y heil yo mismo, ya somos dos. O peor, mucho peor: llevo a mis militantes a los movimientos sociales, los saco en su momento y con las siglas de los sacados simulo un frente. Que sonrían los niños y los menos niños. Ningún medio de la causa se va a preguntar por los activistas que dejan de serlo, por los proyectos que se rompen sin explicación, por las cosas que se iban a hacer y de repente no se hacen.
El hombre de Saló, gran poeta, terminaba unos versos de este modo: «los hijos tuvieron su primera arruga, y la vida/ consumó sobre ellos su primera victoria». Tras los coros y danzas de mayo, destinados a la misma nada donde estamos ahora, los hijos de esta revolución tendrán que escuchar a Pasolini, mirarse las arrugas y decidir si quieren que la vida consume sobre ellos una victoria total. Hay otro camino, por supuesto. Hay gente que hasta elige la exclusión para ser libre y poder decir y hacer lo que desde dentro no se puede. Pero hasta entonces, vuelve un sol de esperanzas fáciles. Otra vez.
Madrid, mayo.
— Jesús Gómez Gutiérrez
Menos mal que no hay mani / Lo siento, pero