Los redimidos · 10 de mayo de 2013
Está bien lo de inventarse el pasado. Se cambia un poco de aquí, se borra un poco de allá y se sale vestido de blanco en los casos menos verosímiles y, en los más, de gris tirando a blanco, es decir, redimido. Desde que la crisis que no es crisis se ha instalado, hay redimidos hasta en la sopa. Con lo fácil que sería decir me equivoqué. Fui el que ponía el cazo cuando se destruía un sector y a sus voces independientes: típico del teatro, el cine. Fui el que mentía, tergiversaba o callaba en defensa de mi señor: típico del periodismo y la literatura. Fui el que dejó que todo se pudriera: típico de la política. Pero ya estoy mejor, gracias.No sé cuándo fue la última vez que alguien dijo me equivoqué en los mundos que modelan el mundo de todos; creo que el honor corresponde a una columnista de las que en otras décadas hablaban de arte y sociedad, que vienen a ser el fútbol y la caza de los progresistas satisfechos. Pero Joaquín Estefanía, al que hoy entrevistan en uno de los diarios por la renovación del PSOE, no se encuentra entre las excepciones a la norma. Seguro que algunos recuerdan sus años como director de Cinco Días y El País. Incluso es posible que recuerden el contexto, con los Solchaga, el terrorismo de Estado, la persecución del movimiento pacifista, la losa sobre la cultura o el olvido rotundo y consciente de lo que se pretende juzgar en Argentina, a falta de una España capaz. Ahora es un intelectual crítico. Siempre ha sido un intelectual crítico. La prensa está abarrotada de intelectuales críticos como él y de criaturas deseosas de hacer su viaje.
La gente cambia de opinión. O se despierta en mitad de la noche y grita dios mío, que he hecho, junto a una cabeza de caballo. Eso es indiscutible. Y el periodista que defendía a los grandes y el poeta que amañaba concursos y el director que se llenaba los bolsillos con películas de tercer nivel nacen a un mundo nuevo de rebeldía, que no tiene que expulsar a los verdaderos rebeldes porque ya estaban excluidos. Pero si las cosas son así, conviene tensar las costuras. Por ejemplo, no se puede ir de recién nacido y llamar «infantilismo» a la necesidad de destruir el mito de la transición. Para que la reinvención del pasado funcione, hay que tener cómplices en el presente.
Madrid, mayo.
— Jesús Gómez Gutiérrez