Lo siento, pero · 16 de mayo de 2013

Bueno, ya es 16. Ha concluido la gloriosa quincena de fastos rebeldes, con más gritos mudos y hasta chotis, según cuentan. Y está muy bien. El chotis. Yo iría preparando el San Cayetano indignado, el San Lorenzo indignado y la Paloma indignada, aunque sólo sea para que se os pegue el olor a churros, porras y sardinas y tengáis algo parecido a un aroma cercano a la realidad. O un lenguaje. Lo del lenguaje es importante. Porque hay gente que se quema a lo bonzo, se tira por las ventanas, duerme bajo los puentes y rebusca en la basura. Y quizás, digo, quizás, no sea ni digno ni apropiado ni respetuoso ni simplemente educado que, ante tanto dolor, se hable al mundo como un montón de payasos desde una guardería.

Os preocupa la violencia y sois lo más violento que se puede echar a la cara; pero de una violencia muy particular, que irrita a los excluidos, acuna a los integrados y divierte a los grandes. Si ésa es la intención, no hay nada que decir; si no lo es, tenemos un problema. Las cosas no son más o menos útiles por expresarlas con palabras más o menos romas. No se trata de eso. Y nadie espera que seáis lo que no sois y adoptéis el disfraz de la pobreza, que os fallaría en la expresión. Se trata de dar ejemplo con la fuerza de los hechos y de dejar las poses estéticas para el clan que os corresponda, especialmente cuando son estéticas tan poco acordes al tiempo en que se vive. Por este camino, seréis cada vez menos y los demás, por abajo, estarán cada vez más solos.

Madrid, mayo.


— Jesús Gómez Gutiérrez


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