Dos opciones · 22 de enero de 2010
Luis Solana, hombre de capacidad política indudable, recomendaba esta semana a su partido que se centre en el sector económico medio-alto si quiere recuperar la Comunidad Autónoma de Madrid; en su opinión, el PSOE no ha entendido que los madrileños son gente de renta elevada que se ha vuelto conservadora a base de vivir en chalets adosados y urbanizaciones más o menos espléndidas. Sobre el Ayuntamiento no hacía valoraciones; se limitaba a afirmar que recuperarlo con políticas de izquierda es sociológicamente imposible.
No cito a Solana con intención de hacer sangre, sino como ejemplo de una distorsión general de la realidad que es común a muchos dirigentes socialistas y bastante más clarificadora que ningún juicio de valor. En Madrid, el 48% de los trabajadores cobra menos de mil euros al mes; en Madrid, más del 20% de los contratados ni siquiera llega al salario mínimo interprofesional; en Madrid, un millón de personas vive por debajo del umbral de la pobreza; en Madrid sufrimos la peor relación de España entre salarios, precios e impuestos, y así sucesivamente. ¿De dónde sale entonces el paraíso del político socialista?
Los hacedores de estadísticas creativas, los que piensan en términos de macroeconomía y PIB, tienden a esconder un detalle significativo de esta ciudad: mientras la mayoría se las ve y se las desea para llegar a fin de mes, el 13% cobra más de 75.000 euros al año. España es uno de los países más desiguales de Europa, y Madrid, la punta de lanza de toda la desigualdad de España. Hablar de salario medio o de renta per cápita media en esas circunstancias sería un sarcasmo y un insulto a la inteligencia de los ciudadanos incluso antes de considerar la otra gran mentira, la de las relaciones laborales, porque un porcentaje ya casi mayoritario de los trabajadores madrileños está fuera de los convenios colectivos y, por tanto, de cualquier defensa ante los abusos empresariales. Son datos públicos y fáciles de encontrar; si no se ven, es porque no se quieren ver.
Hay quien dice, y estoy de acuerdo, que las épocas de crisis son también las de las grandes oportunidades políticas. Cuando ocupaba la Alcaldía y el Ayuntamiento, el Partido Socialista contribuyó activamente a destruir el tejido social de la ciudad; ahora, tras muchas vueltas de tuerca a cuenta del PP, tiene ocasión de pasar página y de ofrecer a los madrileños el programa socialdemócrata que se le exige y los candidatos adecuados para ponerlo en práctica. La otra opción, la de Solana, implicaría la conversión del PSOE en una fuerza marginal en Madrid y, peor aún, un atentado de consecuencias imprevisibles contra el sueño de la democracia social y de derecho.
Madrid, enero.
— Jesús Gómez Gutiérrez