Bumerán · 19 de mayo de 2011
La gente sigue en la plaza cuando empieza a llover; es lo único que podría haber disuelto la concentración permanente de Sol, aunque me atrevo a afirmar que ni la lluvia podrá con ella, por muy institucional que se ponga. Se marcharán unos, porque no tienen más remedio; se quedarán otros, los que puedan. De momento, no hay más deserción que la de algunos policías, quizás cansados.Ha sido un día para el recuerdo; todos estos días lo son, pero ni Ferraz ni Génova imaginaban que el corte de mangas de Madrid iba a ser tan rotundo. No tenemos miedo, insiste. Es verdad. Antes de las ocho, cuando se daba por sentado que la policía iba a cargar y a disolver la concentración, ya había varios miles de personas, perfectamente conscientes del peligro y perfectamente dispuestos a plantar cara. No es algo que suceda con frecuencia. No se había visto desde el movimiento de desobediencia civil de la década de 1980, el que terminó por reventar el servicio militar obligatorio. Y no se había visto de esta forma, con gente de todas las edades.
Titulares de prensa: «La presencia policial no frena a miles de personas en Sol» (El Mundo). «Miles de personas desafían la prohibición en la Puerta del Sol.» (El País). «La policía cerca a los acampados que desafían la prohibición de la Junta»» (La Vanguardia). «Los indignados desafían la prohibición y colapsan la Puerta del Sol» (El Periódico). Hasta el 15M, la práctica totalidad de los especialistas que escriben en sus páginas o las dirigen, habrían apostado el subsidio de mil parados a que en España no se movía una hoja; este miércoles, habrían apostado las vidas de mil parados a que el dictamen superrealista de la Junta Electoral de Madrid pondría fin a la revuelta.
Pasan pocos minutos de las dos. Los periódicos adelantan que la JEC tomará una decisión definitiva en las próximas horas; la derecha y la extrema derecha inventan simpatizantes de ETA y confabulaciones bolcheviques; en Nature se afirma que el espacio está lleno de planetas rebeldes. Mientras nos preparamos para la quinta jornada, el ejemplo de unas cuantas ciudades españolas se empieza a extender fuera de nuestras fronteras. Es curioso que un movimiento disperso, incongruente y poco menos que anárquico consiga en cuatro días lo que toda la izquierda política y sindical no consiguió en tres décadas. Hay calificativos con alma de bumerán.
Madrid, mayo.
— Jesús Gómez Gutiérrez